Era una cálida tarde de verano, el viento me azotaba, zarandeándome e impidiéndome caminar correctamente, no me importaba, mi destino estaba cada vez más cerca y era necesario para curar mi enfermedad. El templo del sol no poseía sombra aparente, por lo que era el momento perfecto del año en el cual sus puertas se abrían de par en par.
Mi primer desafío había comenzado, tres puertas se habían abierto, una de ellas era la verdadera entrada, una conducía a una trampa mortal y la otra me transportaría al mundo de los dioses antiguos, donde juzgarían la pureza de mi cuerpo y me matarían si una pizca de maldad o enfermedad fuera detectada, si no encontraban nada, me enviarían al paraíso.
Elegí la de la izquierda, ya sabía lo que pasaría, entrando al templo sin ninguna preocupación comencé a rezar a Ahau Kin, rogando no ser fulminado por sus llamas solares. Poco a poco me fui acercando al primer acertijo en el cual debía seguir una secuencia de botones que se iluminaban gracias al poder del sol.
Riendo, comencé a caminar pisando exactamente las baldosas que habían sido iluminadas anteriormente, pero casi me desvanezco al ser golpeado por mi enfermedad, por lo que logré pasar a un ritmo más lento del que me hubiera gustado, ya que me sentía débil y no podía pasar corriendo. Sabía que tenía poco tiempo, y tuve que sostenerme en una rama que había llevado en caso de emergencia.
Comencé a moverme lentamente, mi brazo izquierdo se estaba marchitando y me preocupaba no poder salvarme. Aun así, agradecí el hecho de seguir vivo y me dirigí a la segunda prueba. Una arena se presentaba ante mí y una estatua de Buluc Chabtan se presentaba ante mí. A los pies de la estatua, me encontré con textos escritos en maya, los cuales significaban esto:
“para complacer a los dioses, deberán realizar un sacrificio”
Me había olvidado de este detalle, debía venir con un acompañante, cosa que no tuve en cuenta en los preparativos, me vi obligado a tomar el cuchillo de piedra y atacar a la estatua.
Esta reaccionó atacándome, por lo cual el mismísimo dios había aceptado mi reto. Este consistía en un combate a muerte, si yo destrozaba la estatua, el me dejaría pasar, si el me vencía, mi cuerpo sería alimento para sus voraces bocas.
Comencé a correr alrededor de la estatua frenéticamente, esperando que esta me ataque para ver su punto débil, pero era demasiado veloz, y de un salto ya se posicionó enfrente mío, dispuesto a atacarme con su hacha. Antes de que pueda reaccionar, el hacha ya estaba a centímetros de mi cuerpo, siendo bloqueada únicamente por el cuchillo de piedra que tenía en la mano. Rápidamente, salte y le clave el cuchillo en el pecho gritando plegarias a Ah Puch para que tome el alma de la estatua.
Una figura se presentó enfrente de mí, parecía un hombre sin piel con una máscara hecha de hueso en la cabeza. Estiro su brazo y extrajo un aura roja de la estatua, de manera cómica, escuché como lo regañaba para luego acercarse a mí y decirme las siguientes palabras:
“Ten cuidado, algunos dioses están a favor en que llegues al final. Pero la mayoría quiere asesinarte.”
Me sentí débil de nuevo y enfilé hacia la tercer y última sala en la cual tendría que demostrar mi valía ante Kukulkan, en un juicio en el cual evaluarían mis cualidades de guerrero a base de lo que realicé en las dos pruebas anteriores.
“PRESENTATE, SIERVO DEL SOL, Y CONFIESA TUS PECADOS”
Le nombré mis hazañas, pero aun así no lo convencía. Kukulkan emitió un atronador grito llamando a otros dioses.
Frente a mí aparecieron Chaac, Chac Bolay, Itzamna, Ix Chel y Buluc Chabtan, el cual me estaba mirando fijo a los ojos y llevaba un ojo morado. Se notaba que sentía odio y que deseaba terminar con mi insignificante vida de un golpe.
Comenzaron a debatir, pero yo notaba que el debate iba más entre si matarme lenta o rápidamente que a debatir entre si me dejaban a merced de mis propios medios o si me otorgaban la cura, la discusión era interminable, pero en un momento una luz blanca se presentó y Ahau Kin apareció, rodeado de llamas, con una mirada compasiva en sus ojos las cuales me demostraban que me dejaba paso libre a la única cura disponible para mi enfermedad.
Ahau Kin me había otorgado acceso al paraíso.
Fin